En esta siguiente entrada de
nuestro blog me gustaría incidir en una curiosa representación artística
funeraria poco conocida entre los no especialistas: la botánica.
Así nombrado podría parecer que
no hay tanto en común entre ésta y el resto de representaciones que aquí hemos
comentado, no obstante posee un fuerte componente artístico y social a partes
iguales. Me refiero a las denominadas “tumbas jardín” o jardines funerarios,
construidos y cuidados expresamente por orden del fallecido que allí
descansaría por el resto de la eternidad.
Como la gran mayoría de
monumentos funerarios de la época, estaban pues, concebidos para ser admirados
por los vivos, para que éstos pasearan por allí, pasaran el día… es por ello
que normalmente, dependiendo siempre de la capacidad adquisitiva de los
propietarios, estaban también equipados con fuentes y piscinas no sólo con
función estética, sino también práctica a la hora de regar las plantas y
refrescar a los visitantes en los calurosos veranos italianos. A su vez, la
disposición de estas plantas dentro de ellos estaba pensada a conciencia con el
objetivo de tener siempre alguna en floración independientemente de la época
del año en la que nos encontrásemos, lo que dotaba al espacio de una fuerte
teatralidad e impresión, convirtiendo éste en un agradable espacio lúdico y
público.
Por otro lado, estos jardines generalmente rodeados de muros contaban
también con construcciones destinadas a comedores así como otras semejantes a
casas de verano en las que se realizaban comidas en honor a los fallecidos por
aquellos que todavía seguían vivos (cenacula,
tabernae, tricliae…). Así, se trataba de un lugar con mucha vida, en el que
algunos textos sitúan también los denominados diaetae (bares o lugares donde pasar el rato), solaria (terrazas donde tomar el sol), horrea (almacenes) caminos o canales, siendo descritos por ello en
las fuentes como pequeños mundos paralelos u oasis de paz en medio del caos de
la vida cotidiana. Es por ello que la mayoría de los componentes de estos
espacios gozaban de un carácter simbólico sin precedente que vemos bien
identificado en el tipo de plantas que se elegían para adornar estos jardines:
flores, cipreses, árboles frutales, viñas… de hecho se dice que éstas últimas
podrían haberse plantado allí con el objetivo de producir vino para la
celebración de festivales en honor al difunto (parentalia) y realizar las libaciones. A su vez, como es bien
sabido por la mayoría por haber llegado hasta nuestros días como costumbre, los
cipreses también representaban bien a la muerte al estar relacionados con la
leyenda de Cyparissus descrita en la Metamorfosis de Ovidio en la cual el joven
desea morir tras el fallecimiento de su amada, transformándole finalmente Apolo
en un ciprés para que pueda estar lamentándose para siempre. De igual manera, otra
costumbre que ha llegado hasta nuestros días es la de depositar ciertas flores durante
rituales y festividades, que serían también obtenidas de entre aquellas
presentes en el jardín.
A pesar de todo lo anteriormente
descrito, como podréis imaginar, es prácticamente imposible encontrar
evidencias arqueológicas de estos monumentos salvo como en la mayoría de las ocasiones
en la zona de Campania, donde el Vesubio hizo su aparición, aunque estas son
igualmente difíciles de constatar. No obstante, contamos con la suerte de tener
numerosas fuentes escritas que nos hablan de su existencia con gran detalle y
precisión, ofreciéndonos incluso en algunos casos listas de las plantas y vegetales
que allí se encontraron. Algunos ejemplos son los de la tumba del galo
Publicius Caistus o los de la familia de Claudia Peloris y Tiberius Claudius
Eutychus.
De igual manera, cabe destacar
también el hallazgo de dos plantas de mármol, en Roma y en Perugia, que nos
ofrecen una idea aproximada de cómo podían lucir estos jardines aparentemente
tan impresionantes.
Así, como conclusión a todo esto,
cabe destacar la cercanía con la que los romanos trataban el hecho de la
muerte, dejando de lado todo temor y prejuicio usando, como hemos podido
comprobar, monumentos funerarios como zonas de recreo y descanso.
Andrea Lomillos Guardia
Plano de mármol de un jardín funerario, Perugia
Bibliografía:
-Campbell, V M: "Stopping to smell the roses: garden tombs in Roman Italy" en Arctos, 42, University of Reading, 2008, pp. 31-43.
-Toynbee, J M C: Death and Burial in the Roman world, Londres: H.H. Scullard, Thames and Hudson, 1971.
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