Un tema que me gustaría comentar en este blog es el
de los retratos de El Fayum. Éstos son interesantes principalmente por dos
razones: por un lado, se trata de los retratos encáusticos y al temple más
antiguos jamás conservados sobre materiales perecederos. Por el otro, en El
Fayum se combinaron las tradiciones funerarias de dos de las más grandes
civilizaciones del mundo antiguo: Roma y Egipto.
A todos nos resultan apasionantes los rituales
funerarios egipcios. Éstos han ido cambiando a lo largo de los milenios, pero
en general se creía en una vida más allá de la muerte. Para ello, era necesario
que el cadáver mostrara la misma apariencia que en vida, y que contase con
provisiones para el Más Allá. Esto último se conseguía mediante ofrendas y
fórmulas mágicas generalmente inscritas en los sarcófagos y otros elementos del
ajuar.
En cuanto a la momificación, los primeros casos que
conocemos se remontan al 2600 a.C. Sin ánimo de entrar en detalles, nos
interesa destacar que, a partir del Primer Período Intermedio (2160-2025 a.C.),
se introducen máscaras faciales de cartón coloreado que se situarán en la
cabeza de la momia, un primer paso en la antropización de los sarcófagos
posteriores. Dichas máscaras no volverían a aparecer hasta la época ptolemaica,
cuando se convirtieron en un antecedente directo de los retratos que vamos a
comentar.
Durante el dominio romano de Egipto (a partir del
30 a.C.), el ajuar y las técnicas de momificación se empobrecieron; en muchos
casos el cadáver estaba en avanzado proceso de descomposición en el momento del
embalsamamiento. Se da por tanto una mayor importancia a la apariencia externa,
apareciendo así sudarios pintados, contenedores de estuco y envoltorios de lino
dispuestos en complejos patrones romboides (los sarcófagos existen, pero son
escasos).
Es en este último contexto en el que aparece el
retrato asociado a las prácticas fúnebres egipcias. Recordemos que el retrato
siempre ha sido un género esencial del arte romano, pues tenía implícito un
gran sentido de la identidad. En época republicana, los retratos fúnebres de
los notables pretendían inculcar la virtud de los antepasados a los jóvenes.
Más adelante, durante el Imperio, se usó en general como una forma de lealtad
hacia la familia imperial. En el caso que nos ocupa, sin embargo, tenía un
propósito exclusivamente local, esto es, el recuerdo de la apariencia que tuvo
el difunto en vida. Resulta sorprendente lo actual de esta práctica, así como
que ya fuera aplicada por los romanos desde finales del siglo I a.C hasta
principios del siglo IV d.C.
Lo más interesante es que estos retratos están
vivos, pues nos hablan a través del naturalismo y la expresividad de los
rostros. Éstos no nos transmiten el aire dramático que a menudo envuelve el
mundo de los muertos: no sonríen, pero por lo general tienen una mirada
intensa, un aire muy tranquilo y se hallan en la plenitud de la vida. Esto
generó un debate, ¿fueron los retratos hechos en vida? A primera vista, sería
lógico pensar que estos retratos pudieron haber colgado de las paredes de las
casas hasta el momento del fallecimiento, cuando se colocarían a la altura de
la cabeza de la momia. Sin embargo, las momias escaneadas nos indican que tanto
retratados como momias comparten sexo y edad aproximada, lo cual es un buen
indicador de la esperanza de vida. Poquísimo se sabe acerca de los artistas,
pero en algunos casos se ha conseguido determinar la misma autoría para dos o
hasta tres retratos hallados en la misma tumba.
Sólo se ha encontrado un retrato con su marco
original, y algún otro con doble portada. Esto se ha interpretado como que
estos retratos eran usados en los cortejos fúnebres (ekphora) antes de ser recortados y depositados en los mausoleos.
Presentan contornos varios: rectangulares, con forma de hombros, arqueados, con
las esquinas recortadas, etc.
Si analizamos los retratos en cuestión, elementos
como el peinado, la vestimenta o las joyas nos permiten datar la fecha de
composición con poco margen de error. De igual manera, podemos inferir que los
retratados tenían que estar relacionados con la administración imperial, pues
su moda estaba actualizada con respecto al resto del Imperio. Destaca la
influencia helenística sobre todo en los retratos en que se ha empleado el
dorado, y en otros masculinos que presentan barba. Una teoría es que los
jóvenes retratados estudiaban en las escuelas de la élite, que en aquella época
aún estaban en manos de los griegos. Además, se baraja la posibilidad de que
los primeros retratos pertenezcan a descendientes de los griegos que lucharon
con los primeros Ptolomeos. Claro está que para cuando los romanos llegaron a
Egipto, la población estaba ya muy mezclada. Podemos concluir, por tanto, que
existió una coexistencia entre la cultura helenística y la administración
romana; como bien sabemos, los romanos nunca se preocuparon de homogeneizar
culturalmente el Imperio, siempre y cuando sus súbditos respetaran las leyes y
pagaran impuestos.
Una última cuestión que es digna de mencionar tiene
que ver con algunos de los posibles mensajes implícitos en algunos de los
retratos. Por ejemplo, el retrato de Ammonius (finales del s.II d.C) tiene una
iconografía ambigua -el cáliz y el vino por un lado, y un símbolo egipcio por
el otro- que podría hacernos pensar que ya simpatizaba por el Cristianismo en
una época en la que todavía no era políticamente correcto. Hemos vislumbrado,
por tanto, el halo de misterio que envuelven los retratos de El Fayum. Quién
sabe si, en esta vida o en la otra, se resolverán todas las dudas al respecto.
Alberto de
Virgilio
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Momias infantiles con sus retratos |
BIBLIOGRAFÍA
- WALKER, S. et al., Ancient faces: Mummy Portraits from Roman Egypt, London: British Museum Press, 1997
- MARTINO, A. (2006), “Ambigüedad de significados iconográficos en los retratos de momias del Egipto Tardío Antiguo”, Anales de Historia Antigua, Medieval y Moderna, vol.39, 2006, pp.1-5
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