En mi siguiente entrada me gustaría centrarme en otro tipo de enterramientos, a simple vista menos monumentales, pero de los cuales podemos encontrar ejemplos tanto o más impresionantes que los mausoleos o los sarcófagos. Me refiero a los columbarios.

 Desde los tiempos de la Grecia Clásica, este término se utilizaba para dar nombre a aquel lugar en el que se producía la cría de la paloma (literalmente palomar) y la recogida del guano, pero sabemos que posteriormente los romanos comenzaron a denominar así a aquellos edificios que tenían orificios en las paredes en los cuales se introducían las urnas con los restos cremados de diversos difuntos. El número de nichos era variable, pero los más grandes llegaban a crear numerosos pasillos (mayoritariamente subterráneos, aunque también hay algunos casos en superficie, como los de Ostia) que podían conformar verdaderos corredores de ultratumba.

Este tipo de enterramiento era el método más común para dar sepultura a los más humildes (a aquellos con capital suficiente para poder hacerse con uno de estos nichos donde poder depositar su urna cineraria, eso sí), generalmente esclavos o libertos que deseaban descansar para siempre lo más cercanamente posible a la tumba de los miembros de la gens a la que habían pertenecido en vida. Con respecto a esto, me parece interesante destacar la forma que tenían estas personas de “reservar” uno o varios de estos nichos para ellos o sus familias; y es que se ha documentado que en la mayoría de los casos éstos pertenecían a los denominados collegia funeraticia, asociaciones que se reunían una vez al mes para pagar una cuota y asegurarse así un puesto en estas paredes de nichos.

Podría seguir escribiendo sobre la organización interna y los métodos de pago de estos espacios de descanso eterno durante páginas, no obstante, esto es un blog de arte y, aunque no lo pueda parecer si establecemos una comparación con los columbarios de los cementerios actuales, en los columbarios romanos podemos encontrar tantas muestras de ostentación como en cualquier otro cementerio al aire libre. En primer lugar, antes de centrarnos en el edificio en sí, cabe destacar el tipo de urna utilizada para guardar las cenizas del difunto; ésta, dependiendo del tamaño, ocuparía un nicho más o menos grande. Normalmente, los lugares más ansiados eran aquellos que estaban situados en la parte inferior de la pared porque era un lugar más accesible al que la familia podría acceder más fácilmente para depositar las ofrendas y libaciones.  Estas urnas, dependiendo de la capacidad adquisitiva del difunto, podían ser de cerámica, piedra, mármol e incluso si se trataba de las cenizas de una persona muy influyente, un modelo a escala de algún edificio o de algún templo, o del difunto en sí. Además, muchos de estos nichos estaban decorados también con bustos, y sobre cada uno había una inscripción con el nombre y el cargo del fallecido.

En cuanto a la estructura, se trataba de construcciones subterráneas cubiertas con bóvedas de crucería o de media crucera, que en numerosas ocasiones estaban decoradas con pinturas y estucos y cubiertos con un tejado a doble vertiente.

Un caso particular que me gustaría comentar es el de los columbarios de Vigna Codini, uno de los más bellos ejemplos que podemos encontrar actualmente de este tipo de construcción funeraria. Se trata de 3 columbarios construidos sus muros en opus reticulatum con ciertas diferencias entre ellos; el primero destaca por las pinturas de flores y pájaros que adornan los muros estucados y por la mayor riqueza de unos nichos frente a otros. La mayoría de estas sepulturas pertenecen a esclavos y libertos fallecidos entre Tiberio y Claudio, aunque también encontramos restos de época más tardía relacionados con los Antoninos. El segundo, conocido como El columbario de los libertos de Livia, daba cobijo a esclavos y libertos de la familia de Augusto y Livia y es uno de los más conocidos de Roma; y, por último, el tercero es el más grande y por su decoración se diría que allí podrían descansar fallecidos de mayor poder adquisitivo que en los otros dos. Está ornamentado con guirnaldas florales y diversos animales y en él se han encontrado urnas tan impresionantes como una con una medusa esculpida u otra con la figura del difunto yacente que datan del siglo I d.C, dinastía Julio-Claudia.

Como podéis imaginar, esta forma de dar sepultura era una moda, y como todas las modas, terminó, esta vez con la extensión del cristianismo en el Imperio. Así, a partir de Adriano, se irá generalizando el rito de inhumación hasta extenderse por todas las provincias hacia el s.III, requiriendo éste un mayor espacio y dando lugar así a la creación de cementerios comunitarios que sustituyeron el modelo de edificio funerario colectivo que había constituido hasta el momento el ya tan mencionado columbario.

Tras esta breve descripción de los enterramientos de “los más humildes”, en la próxima entrada trataremos un modelo diferente de monumento funerario; aquel dedicado a las personalidades más destacadas y que contempla entre sus adornos narraciones biográficas.

Andrea Lomillos Guardia









Columbarios de Vigna Codini

Bibliografía:

 - Egea Vivancos, A : "El punto de partida, los columbarios clásicos" en Los columbarios de La Rioja. Antig.Crist, Murcia, 1999 , pp. 25-42.


- Fredouille, J C: Diccionario de la Civilización romana ,París: Larousse, 1996.

-Toynbee, J M C : Death and Burial in the Roman world, Londres: H.H. Scullard, Thames and Hudson, 1971.

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