
En mi siguiente entrada me gustaría centrarme en otro tipo de enterramientos, a simple vista menos monumentales, pero de los cuales podemos encontrar ejemplos tanto o más impresionantes que los mausoleos o los sarcófagos. Me refiero a los columbarios. Desde los tiempos de la Grecia Clásica, este término se utilizaba para dar nombre a aquel lugar en el que se producía la cría de la paloma (literalmente palomar) y la recogida del guano, pero sabemos que posteriormente los romanos comenzaron a denominar así a aquellos edificios que tenían orificios en las paredes en los cuales se introducían las urnas con los restos cremados de diversos difuntos. El número de nichos era variable, pero los más grandes llegaban a crear numerosos pasillos (mayoritariamente subterráneos, aunque también hay algunos casos en superficie, como los de Ostia) que podían conformar verdaderos corredores de ultratumba. Este tipo de enterramiento era el método más común para dar sepultura a los más humilde...